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Comunicar ética_mente


Cueva de las Manos_Argentina



“Il faut utiliser la tête" (hay que utilizar la cabeza). Con esta frase repetida en mi entorno familiar a modo de mantra, he afrontado las vicisitudes de la vida. Sonrío cuando la escucho, sonreiré cuando la recuerde. Porque está cargada con mucha experiencia vivida.


Si tenemos la cabeza sobre los hombros es para utilizarla con raciocinio. Y es precisamente esta facultad la que nos permite gestionar nuestro “modus vivendi".


Ante los avances de la humanidad y especialmente las revoluciones industriales el sentido común del ser humano ha imperado frente a “la máquina". La dualidad hombre_robot sigue siendo motivo de estudio, análisis y... muchas veces objeto de grandes fantasías. Pero lo que estamos viviendo hoy día con los móviles y el resto de dispositivos es abrumador. El usuario debe poner cartas en el asunto y aplicar un uso responsable, siguiendo unas pautas o buenas prácticas del todo recomendables para la buena vida.


En la sociedad de la información que vivimos, corremos el riesgo de que una cuarta ola* nos haga perder el equilibrio... y es que resulta paradójico que este sentido común que caracteriza al “homo sapiens" se vea tambaleado por una falta de ética total y absoluta en la buena gestión de la tecnología y la comunicación.


Hoy, donde el ser humano es el centro de la comunicación, este se muestra como un “todopoderoso" con tecnología punta y sin rubor ni vergüenza a la hora de publicar.

Tanto es así que por el mero hecho de publicar a toda costa le ha generado una dependencia a todos los niveles, llegando incluso a rayar la mala educación. Mala educación porque quien tenemos en frente desaparece por arte de magia y se ve privado o se priva él mismo de nuestra presencia. Malos modales porque quien nos habla nota que no estamos en lo que estamos: que es el TÚ a TÚ de carne y hueso.


Produce tristeza ver en los restaurantes, bares, parques... cómo se ha perdido el "vis à vis", el contacto directo, la mirada... ¡qué pena!, se trata de pura involución.

Sería buena idea seguir los pasos de países más avanzados que nosotros en Comunicación, como es el caso de Santiago de Chile donde al entrar en uno de sus restaurantes te preguntan cuánto tiempo estás dispuesto a "estar" sin el móvil. Así se aseguran que el tiempo que vas a disfrutar de sus manjares va a ser con los cinco sentidos, con conciencia plena, en contacto con el otro. Y de este modo consiguen experiencias auténticas. Experiencias compartidas, vividas, habladas.


Volviendo al tema que nos ocupa, queda claro que es difícil conjugar la libertad de expresión con la ética de contenidos. Sin embargo es aquí donde el sentido común es el más común de los sentidos siempre y cuando se alía con la razón. En este punto cabe destacar la óptica del profesional de la Comunicación, que vela por las buenas prácticas siempre en pro de la pyme.


Afortunadamente profesionales del sector de la Comunicación como José Manuel Velasco, entidades como la Global Alliance Comunication y Dircom han desarrollado los 16 principios éticos que todo profesional debe cumplir.


Por otra parte, he tenido el inmenso placer este verano de participar en la iniciativa #FactorXComunicación creada por José Manuel Velasco, Consultor de Comunicación y Coach ejecutivo, donde 130 profesionales del sector hemos aportado nuestra visión sobre la "habilidad que distingue al comunicador y otorga relevancia a su función en la gestión de las organizaciones."


Así la conclusión es que "El factor X en Comunicación es la combinación de escucha empática y habilidad para contar historias (storytelling) que logren emocionar a la audiencia y produzcan en ella una reacción provechosa para los intereses de todos los actores implicados en la conversación".


Comunicar éticamente es la fórmula óptima para la buena gestión de la comunicación empresarial, y también, ¿por qué no? de la comunicación personal: huella digital que dejamos a golpe de Tweet. Pensemos en el arte paleolítico. Si en vez de encontrar la huella de una mano con cinco dedos estuviese sólo la huella del dedo corazón a modo de gesto provocativo como lo conocemos hoy, ¿qué pensaríamos?. Puede que incluso generara una sonrisa en el espectador a modo de guiño pero ¿dónde están los límites?. ¿Cuál es la frontera entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo público y lo privado? ¿Qué efectos tiene en nuestro entorno y cómo afecta al individuo?.


Conviene cuestionarse estas preguntas para chequear nuestros inputs con vista de águila. Y así preguntarse qué rastro dejamos hoy para que a largo plazo quede impoluta nuestra impronta...



Para saber +










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